24 de diciembre de 2009

La Leyenda de Rafanöel

Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo en un pueblo, muy pueblo de La Mancha, existió un hombre que fue capaz de alcanzar la genialidad gracias a su inigualable carisma, el poder de su mente creadora, y la capacidad de rodearse de tiacas para que su leyenda fuese más... ¿larga?

En un principio, Rafanöel no era más que un hombre adelantado a su tiempo. Lucía una melena negra y se paseaba por las calles de su pueblo siendo el más duro del lugar. De hecho, Rafanöel tenía un diploma en su casa que le confirmaba como "El Tipo Más Duro De Su Calle", algo de lo que no muchos pueden presumir, pues el diploma era concedido por la asociación de vecinos del barrio en el que residía y debía ser firmado por el mismísimo Steven Seagal para que tuviera y tuviese validez.

Pero llegó el día en el que Rafanöel descubrió sus poderes. No le picó ninguna araña radiactiva, ni sus padres le dijeron que había salido de una nave espacial que se había estrellado en la era, tampoco cayó un rayo del cielo y le dio supervelocidad, ¡ni siquiera resultó que tenía un gen mutante que le concedía habilidades especiales! Todo ocurrió una Navidad. Rafanöel volvía de haber estado pasando la Nochebuena en el campo de un amigo suyo, escuchando Metal y demostrando que era el mejor bailarín que el Rock jamás haya conocido, y se encontró con las baquetas que se crearon a partir de la madera del primer pino que plantó Dave Lombardo cuando era pequeño y se iba con su padre a hacer excursiones y acampadas.

El descubrimiento de los dos objetos tan poderosos hizo que Rafanöel se pudiera permitir el lujo de prescindir de sus greñas, de la melena negra que tanto poder le otorgaba, para convertirse en un ser más allá de toda concepción musical. Aún se recuerda la primera vez que Rafanöel se sentó en una banquetilla y se puso a pegarle porrazos a una batería. Nunca jamás un ritmo tan endiablado y fuerte había sonado en las calles de ese pueblo manchego. Cuentan las malas lenguas que algunas señoras se encontraban haciendo la limpieza de la casa y cayeron al suelo extasiadas ante la rotundidad de la percusión de Rafanöel. Algunos, incluso dudamos que las baquetas fueran encontradas por casualidad y no fueran entregadas por el mismísimo Belcebú.

Rafanöel no sólo era capaz de sacar de cualquier superficie un ritmo asombroso, sino que también hacía gala de su enorme capacidad social. Cuando se corrió la voz de la existencia de Rafanöel, miles de chicas fueron a verle para conocerle. Aún hoy en día, su calle se estrecha a medida que te acercas a su casa, oorque algo se tenía que hacer para que se respetaran los turnos y se guardase la cola para que todas pudieran ver en acción a Rafanöel.

Hasta tal punto se hizo grande la Leyenda de Rafanöel que un día, él mismo decidió que debía hacer algo por la humanidad. Armado con sus dos baquetas mágicas y sentado en el patio de su casa con la batería que usaba diariamente, logró crear el solo de batería definitivo, aquel que provocó que se levantaran vientos huracanados y que cayera un rayaco del cielo insuflándole un enorme poder que le permitió elevarse por los aires surcando los cielos.

Desde aquel día, todas las Nochebuenas, Rafanöel visita las casas de las tías más guapas de La Mancha llevándoles los regalos que han pedido... ¡si y sólo si se han portado bien!

Así que ya sabéis, si no hay regalo exclusivo de Rafanöel, chatas, no os habréis portado bien este año...

3 comentarios:

Sánchez dijo...

Sublime

Anónimo dijo...

Me cagüen la leche!!! este es el desgraciaó que no me trae nunca regalos en navidad!!!

Miguel Negrillo dijo...

¡Hay que portarse bien, chicas, ya os lo hemos diiiicho!

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