4 de mayo de 2008

Los 20 videojuegos que deberías jugar si eres lector de Cabronos Extraños [III]: Super Mario Bros.

Lo reconozco, yo fui de esa generación que creció jugando a la NES. Recuerdo esas tardes en las que me pasaba jugando a ese aparato blanco que se enganchaba a la tele de una forma que en esa época no era capaz de comprender en absoluto y tenía unos mandos pequeños que me permitían manejar a un fontanero gordo con bigote y bajito que iba dando saltos por un mundo colorido pisando a sus enemigos...


Básicamente en eso trata el Super Mario Bros. el arcade por excelencia. Todo aquel que haya jugado, al menos una vez, recordará la primera pantalla en la que cumplías tres de los principales objetivos que repetirías a lo largo de toda la aventura: pisabas un bicho marrón y cabezón el cual sólo tiene cabeza y piececillos; te trincabas una seta que te había grandote y hacía que, al saltar, cambiara el sonido que hacías al despegar del suelo; y te metías dentro de una tubería verde. Curiosamente estas tuberías estaban ahí en mitad del campo y las habitaban unas plantas carnívoras con muy mala leche que te mordían y hacían que te acordaras treinta veces de Miyamoto, el tipo que creó el Super Mario y el Donkey Kong.

La segunda pantalla del Super Mario era la mejor de todo el juego, te metías en una especie de tubería distinta a la mayoría (horizontal en vez de vertical) y dabas a una especie de mundo subterráneo que, sin necesidad de antorchas, eras capaz de moverte por la ocuridad. Y sabías que era oscuro porque los ladrillos no eran rojos, eran azul oscuro; igual que los monigotes marrones que matabas saltando encima de ellos, no eran marrones, eran del mismo tono que los ladrillos. Aunque ahora que lo pienso... sí que había iluminación, la de los bloques con las interrogaciones que parpadeaban. Seguro que el cabreo de los bichos enanos que estaban condenados a morir aplastados y de las tortugas era debido a que ibas tú por ahí dándole cabezazos a sus lámparas sólo por obtener unas monedillas.

Al principio tenías que elegir si jugar tú todo el rato o jugar mientras un amiguete te miraba hasta que llegara su turno.

Porque había tortugas. Y vaya tortugas. Las tortugas del Super Mario de la NES son los antepasados de las Tortugas Ninja de los comics, las películas y la serie de televisión. ¡En serio! Eran tortugas mutantes, aunque no ninja (más quisieran). Iban por ahí andando y no se detenían por muy cara perro que llevaras. Igual que con los bichejos esos marrones, había que pisarlas pero en esta ocasión no morían, quedaban encerradas durante un tiempo en su caparazón y podías lanzarlas por ahí para que se cargaran a sus compadres o rebotaran contra cualquier onza de chocolate (que hacían las veces de escaleras o columnas en mitad de ese extraño mundo) o tubería y volvían. Además, la sociedad de las tortugas mutantes estaba jerarquizada y había unas más listas que las otras. Las verdes eran las más estúpidas que no se detenían aunque se acabara el suelo y se mataban ellas solas. Las rojas eran un poco más espabiladas y se daban la vuelta antes de morir como si fueran Jeff Hardy lanzándose desde lo alto de una "Steel Cage". Y unas eran más mutantes que otras, porque en los dos colores había algunas que tenían alas que les permitían ir por ahí dando saltillos y había que pisarlas dos veces para meterlas dentro de su caparazón.

Luego estaban las estrellas que eran como si digievolucionaras. Te cambiaba el traje y te volvías blanco y podías lanzar bolas de fuego. Pero sólo dos seguidas, se conoce que había que recargarlas. El mismo botón que usabas para lanzarlas era el mismo que te permitía correr más rápido y coger carrerilla para superar los saltos más complicados o llegar a lo más alto de la bandera del final. Había una "digievolución definitiva" que era cuando te cogías una estrella que iba por ahí pegando saltos después de que la sacaras de un bloque con interrogación. La música era mucho más alegre y entrabas en el famosísimo "modo CHUCK! Norris" en el cual, todo el que te tocara o tocase, moría instantáneamente.

Por último, no quiero dejar de comentar lo realmente ridículo que era el jefe final. Un cruce entre hermano martillo y tortuga mutante que se dedicaba a dar saltitos en un puente y lanzar bolas de fuego. Que digo yo, tienes un castillo más largo que un día sin pan y te pones a retar al héroe de turno en un puente sin estabilidad y con un hacha justo a tus espaldas. Es que hay que ser melón. ¡Quítala de ahí que no te trae nada más que problemas! Y no aprendía, ocho mundos se tiraba el bicho con eso ahí. Y las ocho (por el culo te la embrocho) se las clavabas al pobre.

Con enemigos así, Mario no necesitaba a Luigi.

En fin, que gracias al magnífico invento de los emuladores, podéis tener este juego a la voz de ya con un par de búsquedas por San Google.

2 comentarios:

- YOGUR - dijo...

Ya dije yo cierta vez que un servidor es un desastre con los videojuegos pero soy muy bueno dejando que me ganen otros y eso les hace sentirse felices así que soy como una ONG de la felicidad XD

Miguel Negrillo dijo...

A ciertos videojuegos estoy seguro que no tendrías que dejarnos ganar, nosotros pasamos suficientes horas delante de la pantalla como para vencerte!

Je,je,je. Es que has tocado el orgullo "videojueguil" extraño.

:D

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