EL PERSONAJE
John Abruzzi es un gángster como los que ya no quedan por ahí. Uno de los de verdad, de esos que son hijos de inmigrantes italianos a Estados Unidos y que se convierten en lo más malo que parió mamma. Abruzzi era tan malo que hasta se dejaba el pelo largo con el cartón al aire y nadie se atrevía a decirle que eso le quedaba mal. Y si alguien hacía mención a su peinado, él lo hacía desaparecer pegado a un bloque de cemento (¡y hormigón!, ¡y mortero!) en el fondo del mar. Cada uno tiene su propia forma de ser, el bueno de John no valía para vender melones de los que robaba su familia por las noches, pero sí que valía para extorsionar a los inocentes granjeros que vivían cerca de la casa donde se escondían los italiani antes de conseguir los papeles. Como todo buen hijo de mafioso, Abruzzi fue ascendiendo en la escala dedicándose a pegar tiros, navajazos, pedir rescates y cortarle los dedos a todo aquel que no estuviera o estuviese de acuerdo con su forma de gestionar la familia. Eso es lo más importante: la familia y mentir no son desagradables, testificar sí.
- "To, nene, ¿quieres que te pegue?".
La fama le llegó a Abruzzi gracias a la serie Prison Break, donde se relatan los últimos días de su vida, aunque estamos seguros de que hay mucho más que podría aportar al margen de su estancia en la cárcel (y luego se escapa y se lo ventilan, ya ves tú, qué forma de desaprovechar a un personaje tan chanante). ¡Abruzzi vestía trajes de etiquieta de los que iba robando por ahí y no la mierda de camiseta blanca de tirantes sudada que llevaba en la trena! Un hombre respetable, serio, capaz de hacer cualquier cosa por obtener su beneficio, el de su familia y por lograr ciertos favores a los que sólo los gángsters pueden acceder. Y es que, amigos, hay cosas que ni el dinero puede comprar. Sólo se accede a ellas a través del miedo y la intimidación.
AUTORES
Prison Break es una serie de televisión que fue cada vez a menos hasta ser una pequeña castaña pilonga. Nació de una idea que molaba, pero que luego se vino al traste. ¿Os suena de alguien? Pues claro, porque el guionista que mejor podría hacerse cargo de un personaje tan molón, con carné de conducir (lo que le permitiría acceder a ciertos cameos con otros personajes inventados o de otras series) sería el inefable Jeph Loeb. Sólo de pensar en John Abruzzi rodeado de gángsters en una especie de fiesta erótico-festiva dando tiros porque no se aclara de quién es su enemigo, quién es el soplón (bueno, esta es una expresión poco acertada en este caso) y quién es su aliado, me emociono. Loeb estará en su salsa, porque escribirá a sabiendas que su personaje acabará en chirona y muerto. ¡Puede hacer lo que le dé la gana! Igual lo mete, de forma retroactiva, en las dos maxiseries de Batman que hizo junto con el dibujante Tim Sale, El Largo Halloween y Victoria Oscura.
Como dibujante, Loeb siempre ha trabajado junto con los mejores, así que habría que encontrarle a alguien que vendiera lo suficiente como para que la gente se comprara el cómic (y que, ya de paso, supiera hacer unas portadas chulas con el logo de "Prison Break" bien grande para convencer a los más indecisos). No se me ocurre otro que... ¡Howard Chaykin!, un perro viejo. Porque más sabe Chaykin por guionista que por dibujante. A alguien habrá que poner para que vaya apañando, más o menos, la de incongruencias y situaciones extrañas con las que nos encontraríamos cada dos por tres si ponemos a Jeph Loeb a los mandos. ¡Pardiez!
ARGUMENTO
Está claro que de John Abruzzi lo sabemos casi todo desde que Michael Scofield (¿o era Escofil? Es que, a veces, los confundo) se cruzó en su vida. Pero, del pasado no sabemos nada. Y es ahí donde debería empezar esta pedazo de serie, con un John Abruzzi que empezaba a perder el pelo a la tierna edad de sólo once años. Precisamente cuando le enseñan a manejar la metralleta con la que, su abuelo, participó en la matanza del día de San Valentín. Y, de ahí, al estrellato. Sus viajes a Chicago como el que se va a la gran ciudad a comprarse ropa cara, pero él la iba a robar, o mejor aún, a quedarse con el local entero, ¿desde cuando un gángster que aspira a liderar al resto se conforma con unas camisas y chaquetas guarras pudiendo quedarse con el negocio para él solo? La vida de John Abruzzi debe estar llena de descalabros y de éxitos, lo que viene siendo, mayormente, una de cal y otra de arena, y entre medias, un puro y una señorita de maña compañía que le ayude a acabárselo. ¡Así son los gángsters, oiga! Como si tratara o tratase yo con ellos todos los días.
Aunque claro, cuando las ventas empiecen a bajar, hay que comenzar a plantearse la posibilidad de hacer el cruce definitivo con la trama argumental de Prison Break, poniendo a Abruzzi a perseguir a Fibonacci. Lo que no nos contaron Scofield y hermano fue que, al principio, el señor John quería pegarle una paliza a Fibonacci porque se leyó El Código Da Vinci y no le gustó una mierda. Hay que reconocerlo, yo se la tengo tomada al chaval que escribió la trilogía de Aquasilva, y si tuviera oportunidad, también iba a pegarle con todos mis amigos gángsters. John Abruzzi no llegó a cazarlo, pero estoy seguro de que Jeph Loeb se inventará algo curioso con viajes en el tiempo, un montón de villanos y héroes pululando por ahí sin ningun explicación, la aparición de un nuevo Juguetero que quiere capturar a Batman... Ese hombre vale para un roto y para un descosío, se lo digo yo.
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