12 de junio de 2012

Sí hay dos sin tres

Reformulo el eslogan que utiliza la empresa que ha comprado los derechos televisivos de la Eurocopa para hacer un poco de memoria. "No hay dos sin tres", se nos repite a los telespectadores cada pocos minutos en el grupo de cadenas de televisión que pertenecen a Mediaset. Es una frase que está en la boca de los locutores, presentadores de telenoticias, y en todos los anuncios en los que aparezca cualquier jugador de la Selección Nacional Española.

El "no hay dos sin tres" hace referencia a ese doblete que ha logrado España en los últimos cuatro años: se hizo con la Eurocopa en 2008, y en 2010 levantó la Copa del Mundo. Se supone que ahora el ciclo vuelve a comenzar, y es hora de afrontar de nuevo un Campeonato Europeo en el que España ya no dará la sorpresa, sino que es el enemigo a batir. "No hay dos sin tres", es un refrán antiquísimo, que hace referencia a la cábala, es una especie de bendición (o maldición) a la que aferrarse. Si ocurrió por segunda vez, la tercera debe estar al llegar. Este es el momento de "La Roja", o eso suponemos todos.

Hasta tal punto ha llegado esta obsesión por el "no hay dos sin tres", que forma parte del estribillo de la canción oficial del evento futbolístico. Atrás quedó la gracieta del "Opá, vamo' a por el Mundial", protagonizada por un divertido rockero que supo ponerse en manos de astutos creativos para que una canción con una base rockera simple, una letra rural y una buena campaña de publicidad, lo aupasen a llevarse el reconocimiento de canción del verano. Eso fue en el Mundial de 2006, donde un supuesto jubilado de origen argelino y sus aliados galos se cruzarían en el camino de una España comandada por el aguerrido Luis Aragonés, el sabio que aún no había revolucionado nuestro fútbol nacional. Aquel Campeonato Mundial lo acabó ganando Italia con su catenaccio. Fue el germen del odio al "fútbol del cerrojazo" o la "táctica del cagarro", porque todos entendían que España debería haber ocupado el lugar de Francia en aquella final, y la Copa del Mundo acabó partiendo para Roma.

En 2012, el mantra del "no hay dos sin tres" le ha sido encargado a uno de los ídolos de las masas juveniles de España. Ya no vende el gordito gracioso, el paleto que a todo el mundo le cae bien, y a quien hay que admirar, porque hace unas décadas la imagen de nuestro país era el labriego, el torero y la sevillana. Ahora vende la cara reconocible. De los sobacos sudados de Camacho a la elegancia de las fotos en blanco y negro de Xabi Alonso en los carteles publicitarios que visten las paradas de autobuses de las grandes ciudades. Ya no vende la garra, porque ya no somos "La Furia", ahora vende la elegancia, porque ahora somos "La Roja". Un pequeño cambio de denominación, un lavado de imagen, un estilo de juego definido, y parece que somos otro país. Crisis aparcada, por supuesto.

La Selección juega la Eurocopa, y en los televisores de toda España suena el tema de David Bisbal. Si el criterio musical fuera decisivo para la clasificación de un país a las competiciones deportivas, España habría quedado eliminada solo con mostrar los primeros acordes. No fue suficiente con robarle a Italia uno de sus cánticos de "siamo campioni del mondo" (con el ritmo de Seven Nation Army, de The White Stripes), sino que ahora tenemos que aguantar la tortura de los poperos y las compañías discográficas.

Cualquier oído desacostumbrado al pachangueo, a esa cansina y repetitiva música repleta de estribillos supuestamente pegadizos que se repite año tras año en las terrazas de verano y en las emisoras de radio que promocionan a los artistas cuyas discográficas pagan por esa repetición; cualquiera que sea capaz de evadirse del soniquete fácil y de los falsetes de los "guapos" de turno. Cualquiera que cumpla esos requisitos, pensaría que una eliminación de España no sería tan mala, si así nos libramos de la canción de Bisbal.

Aunque, ojo, que es un arma de doble filo, porque las televisiones ya montan sus anuncios con otra frase la mar de ocurrente: "sube la mano y grita gol". Está de más decir que si España cae eliminada, será ese el verso que se alce con el protagonismo sustituyendo al dicho popular.


Y digo que sí que hay dos sin tres, porque el auténtico trébol del fútbol de selecciones solamente lo ha logrado Francia. Ese incómodo vecino que siempre nos ha mirado por encima del hombro, que supo exprimir al máximo la mejor generación de futbolistas de su historia hasta tal punto de colarse en una final de un Mundial. El trébol lo comenzaron en el año 1998, ganando el Mundial donde ejercían de anfitriones; en 2000 se llevaron la Eurocopa; y en 2001 acabarían alzándose con la Copa Confederaciones (victoria que repitieron también en el año 2003).

España empezó el ciclo de forma distinta a Francia. Comenzó en el año 2008 cuando Fernando Torres se plantaba delante de Lehmann y lo batía para volver a situar a la Selección Española dentro del mapa de fútbol de Selecciones. Aquí es donde creativos, publicistas, medios y periodistas tienen un pequeño ataque de amnesia. El año 2009 no existió para ellos. Parece que tampoco para los futbolistas que se ponían por primera vez a las órdenes de Vicente Del Bosque en una competición importante. España viajó a Sudáfrica exactamente un año antes de que lo hiciera para proclamarse campeona del mundo, pero esta vez, lo haría para sembrar la semilla de la duda en torno a "la nueva etapa".
Selección Española de la Copa Confederaciones de 2009 en Sudáfrica.
Si hay una moda, a mi parecer prescindible y un poco tonta, es la de sacar estadísticas de cada uno de los detalles que hay en torno al fútbol. Pases acertados; pases acertadoscon el pie izquierdo; pases acertados con el interior del pie izquierdo; pases acertados con el interior del pie izquierdo desde la línea de tres cuartos de campo para atrás... y así consecutivamente. Dentro de esta estadística tan detallada, debería reflejar ese triplete roto, al menos hasta el momento, donde España perdió en la semifinal de la Copa Confederaciones contra Estados Unidos. Del Bosque intentó impregnar a una Selección que funcionaba como una maquinaria bien engrasada de un toque personal. Y fracasó. Por eso, dio un paso atrás y aceptó el toque de los pequeños, pese a sus reticencias. Eso sí, mantuvo el tan criticado (y luego acallado, ejemplo claro del ventajismo entre el gremio de opinadores futbolísticos) doble pivote.

Sí, en 2010, se ganó el Mundial. El primero de la historia, la segunda competición importante en tres años, pero la tercera que se jugaba. Fue el dos sin el tres. Ahora se juega la cuarta. Podría ser la tercera, pero entre medias hubo un gran escalabro perdiendo una semifinal contra un equipo contra el que no se contemplaba una derrota.

Ya veremos si hay tres, o sigue habiendo dos. Si se gana, todos volverán a recordar la existencia de la Copa Confederaciones en 2013, pero si se pierde, será el consuelo de los derrotados, seguramente, ante un estilo impopular. Porque todo lo que no es nuestro, ya es impopular.

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