18 de junio de 2012

Mientras tanto, mamá y papá

Siempre he tenido la impresión de que Eurocopas y Mundiales de fútbol son vistos desde el punto de vista de los clubes grandes, los que prestan el grueso de sus plantillas a este tipo de torneos, como los campamentos a los que los padres mandan a sus hijos para que pasen unas semanas durante el verano, y no se aburran en casa.

Imaginemos por un momento que esto es así, que las estrellas rutilantes se marchan de campamentos cada verano, con diversos destinos. Unos se van a jugar la Eurocopa, otros el Mundial, la Copa América, la Copa Confederaciones o, incluso, los Juegos Olímpicos. Cada uno elige, o se tiene que conformar con un destino. Sus padres deben ser consentidores de estos viajes, que en realidad sirven para que sus hijos se curtan lejos de las faldas de sus madres, mucho más consentidoras que los padres.

Igual que los niños en verano, según cómo te hayas portado durante el curso, irás a unos campamentos llenos de diversión y actividades, con un río donde bañarte, rodeado de los niños de tu barrio; o irás a un campamento perdido en el bosque, donde la mayor diversión es la de montar y desmontar la tienda de campaña cada vez que debes emprender una marcha para ver cualquier otra zona forestal exactamente igual que la primera. Así parecen ser las convocatorias para las grandes citas, como lo fue para el pequeño Adrián, quien creía que iba a ir a ese campamento divertido y lleno de diversión que era la Eurocopa, donde se juntaría con los niños mayores, pero se tendrá que conformar con el campamento del bosque. Y eso que él puede salir de casa, algo de lo que no presumirá Soldado.


Pero mientras los niños están fuera, la casa sigue ocupada, por los mayores. Mamá y papá. Mamá, como ya hemos dicho, suele ser más permisible con los niños que tanto quiere, y los esperará a la vuelta con los brazos abiertos y, quizá, con un buen trato de cara al curso que viene. El presidente es como "mamá", con la paga generosa y la promesa del coche y el reloj nuevos al final de curso si sacan buenas notas. Si las notas son excelentes, no escatimará en gastos para que sus chicos sean felices. Así es mamá.

Papá es mucho más duro. Papá entrenador mira con recelo cómo los niños se marchan al campamento, siempre preocupado de si estos se van a hacer daño, y no vuelvan sanos del todo. Porque papá se esfuerza durante dos meses en preparar un buen plan vacacional para toda la familia una vez que los niños han vuelto. Una gira asiática por aquí, otra gira americana por allá, amistosos, baños de masas y, por supuesto, muchas carreras y vuelta al régimen. Mamá está contenta porque papá mantiene a los niños a raya. Así funciona la teoría del palo y la zanahoria.

A veces los papeles se invierten, y mamá se enfada porque los niños salen mucho. No acepta que se vayan haciendo mayores, y le duele especialmente que alguno quiera la emancipación temprana. Papá aprovecha la tesitura para comprar una tele nueva, o quizá engañar a mamá para tener un hermanito nuevo. Es una relación extraña, porque ese matrimonio entre mamá presidente y papá entrenador no es un matrimonio de amor, sino de interés, unido por la causa común social y económica, que se puede romper el día menos pensado. Por eso hay tantos divorcios.

Mientras los niños están fuera, cada situación se vivirá en cada casa de diferente modo. En algunas, el matrimonio funciona perfectamente, con unos niños aplicados que han sacado buenas notas, un padre trabajador intachable, y una madre orgullosa de su núcleo familiar. En otras, mamá le ha puesto las maletas en la calle a papá (o él ha decidido marcharse, aunque esto rara vez pasa), y se ha vuelto a enamorar de otro hombre, quien ha llegado a casa, y ahora está cambiando los muebles de sitio. Y en otras diferentes, aunque mamá y papá siguen viviendo juntos y se llevan, pero ni bien, ni mal.

Me imagino cómo sería el primer tipo de familia:

Mamá Florentino prepara una cafetera bien grande para papá Mourinho y para los tíos Pardeza y José Ángel (Sánchez). Mamá deja a los hombres que cada uno haga el calendario del curso que viene como vean. Si los chicos han flojeado en matemáticas, habrá que aumentar el número de horas ahí, aunque ello implique borrarlos de la escuela de música. Los chicos no han sabido defender, así que habrá que apuntalar bien la zaga, para que no se vuelva a repetir ese escalabro. Quizá hace falta un poco más de juego, y a todos se les van los ojos a esas clases extra de apoyo que ofrece un tal David Silva.

En esas, vuelve mamá Florentino con la cartilla del banco y consulta a los hombres sobre cómo van en su organización, y estos le muestran lo que quieren y lo que no quieren para los chicos. Mamá mirará con el ceño fruncido las cuentas y hará cambiar a papá de opinión, aunque ello le haga tener que aguantar una bronca. Pero mamá sigue siendo permisiva, y si no hay presupuesto familiar, no se puede apuntar al chico a clases de artes marciales.

La segunda familia sería algo así:

Mamá Rosell ha visto cómo su amado Guardiola se ha marchado, dejándola compuesta, pero con novio. El cuñado Vilanova, otrora el "tito" Vilanova", es ahora papá Vilanova, y los desayunos ya no serán tan agradables como lo fueron el año pasado en estas fechas. Mamá Rosell no preparará una cafetera, sino que se sentará directamente con papá Rosell, con las matrículas del año pasado, los folletos de las diferentes academias y profesores particulares de este, y con la asignación para el tabaco de papá Vilanova aún por resolver.

Junto al matrimonio, que debe aprender a quererse, o fracasará, está el tío Zubizarreta, quien hará las veces de mediador entre un padre que tiene sus propias ideas, y una madre que mira de reojo unas cuentas que no están tan saneadas como querría. En casa hay pequeños problemas, como ese díscolo de Dani Alves que hoy dice que se va, y mañana que se queda. También hay mucha irregularidad en el reparto de tareas de casa: hay poca gente encargada de defender. Pero mamá Rosell sabe que los problemas hay que atajarlos lo antes posible, y por eso ha mandado llamar a Jordi Alba como primer refuerzo.

El tercer tipo de familia es el más habitual en el fútbol. Ahora, incluso, menos que antes, cuando cuesta más que un entrenador abandone un club cuando aún tiene contrato en vigor, porque la economía no está para pagar rescisiones y finiquitos. Pero aun así, ganadores hay pocos, y perdedores muchos. Pocos son los que, sin ganar nada, creen que deben seguir con su matrimonio. Algunos, con una fina tensión (Del Nido-Míchel) y otros a pesar de la crisis (Serra Ferrer-Caparrós, donde sí ha habido flechazo).

Mientras tanto, todos los vecinos van a estar preguntando día sí y día también qué hacen los niños en el campamento. Todos sabremos si se portan bien o mal, incluso seguiremos discutiendo si deberían haber ido o no. A veces, ese niño consentido por los monitores, como el "Niño" Torres, descubre que no se le ha olvidado su oficio de marcar goles, y lo que no ha hecho durante el curso lo recupera en junio, como ese perezoso universitario que solo cuando le ve las orejas al lobo se encierra en la biblioteca dispuesto a salvar la temporada. Otras veces, el trabajador, el que realmente ha hecho su trabajo, se tiene que aburrir en el pueblo de los abuelos, como el ya nombrado Soldado. Pero eso no quita que los campamentos dejen de ser divertidos, ni mucho menos.

Esperemos que las vacaciones se den bien, y que mamá y papá trabajen mucho y bien, porque este año se vuelve al trabajo mucho antes que otras veces, y a mediados de agosto hay que estar metidos de lleno en la Liga. Sí, es un poco anticlímax pero... es lo que toca.

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