2 de agosto de 2009

Las 20 series de dibujos animados que deberías ver si eres lector de Cabronos Extraños [IX]: Bola de Dan

Esta semana toca una serie de obligado recuerdo, porque todos en su día disfrutamos enormemente con las aventuras de Dan, ese niño que llegaba al colegio y no se apuntaba a uno de los deportes que se jugaban en esa época (básicamente, los mismos que ahora, excepto el balonmano, que por estas tierras se ha puesto de moda gracias al campeonísimo Balonmano Ciudad Real). Dan Titán, el chaval hiperactivo se apuntaba a ¡balón prisionero!



Bola de Dan va sobre un conocido juego, pero con otro nombre. El caso es que los japoneses llaman "balón prisionero" a lo que se ha llamao aquí toda la vida como "matapollos". Un jueguecillo en el que tenías que lanzar la pelota contra los contrarios para eliminarlos, el que se quedara sin jugadores, perdía y era humillado durante el resto de la clase y la semana hasta que volvía a ponerte el maestro de Educación Física a jugar al "deporte" éste. Evidentemente, en cada pueblo tienen sus normas, y en el pueblo de Japón donde vivían Dan y sus amigos no podían ser de otra forma. Allí el matapollos (como lo vamos a llamar a partir de ahora, porque ese es su nombre más técnico) es una cuestión de vida o muerte en el que chavalillos de no más de doce años se reventaban a balonazos de tal forma que tenían que salir a la cancha con protecciones por todos lados como si fueran a la guerra.

Lo cierto es que esta serie la vi cuando era pequeño y más de una vez intenté deducir las normas a partir de las escasas explicaciones que ofrecía la serie de dibujos animados, y hasta que no he sido mayor (y he jugado a algún videojuego antiguo de la NES que va de Dondgeball), no me he enterado bien de por qué a unos los cosían a balonazos y no eran eliminados. Resulta que ahí se juega con 7 (el número del-que-nunca-hace-nada) de forma que cuatro son los que tienen que esquivar el balón e intentar interceptarlo para recuperar la posesión y otros tres se ponen en los tres lados del campo contrario de forma que sólo pueden "matar" y no pueden ser eliminados. Es verdad, es un churro, pero probad a jugar en un campo pequeño que, o te pegas una paliza a correr evitando que te eliminen o lo hacen en nada. Sin embargo, la norma más universal de todas se mantenía, por eso a veces veías la agonía del pobre muchachote de turno sufrir una y otra vez unos balonazos que bien podrían romperle una costilla (o algo peor) a un adulto: si botaba en el suelo no se valía.

Uno de los grandes secretos de la serie (y que jamás fue desvelado) era el del material del que estaban hechas las pelotas y los petos, pues a veces eso alcanzaba un poder destructivo que ríete tú de las mortíferas técnicas de Son Goku cuando iba a aprender a luchar con el Maestro Tortuga. El caso es que los colegios se tenían verdadero odio unos a otros y echaban unas competiciones que daba gloria verlas, pues se lo tomaban tan en serio como si en ello les fuera o fuese la vida. Sobre todo el protagonista, Dan, que no sólo era un trepa (consigue meterse en el equipo de la escuela junto con los mayores y, en cuanto éstos se van a trabajar en sus respectivos negocios familiares porque ya han acabado la ESO y llevaban repitiendo la tira de años, enchufa a todos sus amiguillos en el equipo), sino también el hijo de un afamado jugador de matapollos. Imaginaos si sois huérfanos de padre y os preguntan en qué trabajaba y vosotros le contestáis: "Era jugador de élite de matapollos". Se van a quedar picuetos.

El caso es que la serie al principio está mucho mejor, pues Dan se rodea de los típicos clichés de las series japonesas protagonizadas por niños en edad escolar (el amigo fiel, bautizado como "Lázaro", que acaba haciendo las mismas cosas que el protagonista; la chica por la que está colado el protagonista...) y se pone a entrenar como loco para intentar entrar en el equipo de matapollos que está compuesto por unos tíos más bastos que un bocadillo de cepas. Como rival, aparece otro de los tópicos japoneses, el niño-bonito, con mucho dinero y por el que suspiran todas las niñas del cole de Dan (sólo por eso, yo le cogí una manía al mamón de Hugo Fénix, que así se llamaba el repelente niñato) y que siempre gana pero con el que al final se forma una rivalidad, que empieza siendo poco saludable, peor que luego acaba siendo un poco más sana. Luego la serie degenera a medida que los rivales de las criaturas que juegan junto a Dan van siendo más y más grandes y bestias.

Recuerdo uno de los partidos en los que Hugo Fénix fichaba a un gordo fanegas que no entraba por la puerta de su casa y por eso la tuvieron que ensanchar y al cual nadie era capaz de eliminar porque el balón se quedaba pegado a todo el sebo que componía a ese ser. Afortunadamente, Dan encuentra la forma de utilizar su fuerza espiritual (y quién no ha hecho eso ya a estas alturas, si hasta yo lo hago cuando juego con los Chicharritos.info, pero no me vale de nada porque se conoce que tengo poca fuerza espiritual) y transmite a la pelota, mediante los símbolos del equipo de su padre, una fuerza descomunal que lanza el balón a 200 km/h por lo menos. Eso sí, a pesar de los cacho balonazos que se reparten en toda la serie, ahí no muere nadie y raramente tienen que intervenir las asistencias sanitarias. ¡Son más fuertes que el vinagre los niños que juegan al matapollos! ¡Aprended, fans del fútbol! ¡Hombre, ya!

Un videojuego de Bola de Dan, éste no es al que yo jugué, pero si sale Dan, mola.

El caso es que la serie era muy entretenida para niños pero que la volví a ver hace poco siendo más mayor y es digna de visualizarla gracias a la cantidad de barbaridades que tiene. A ver cuándo habéis visto vosotros a unos tipos capaces de pegar un bote en el suelo con una pelota comprada en los 20 duros y que, una vez haya pegado ese bote en el suelo, sea capaz de impactar en la cara de alguien y hacerle verdadero daño. Y eso lo repetían los tres lanzadores una y otra vez hasta que perdían la posesión. No me quiero ni imaginar de qué sustancias sacaban esa fuerza ni qué motivaciones les empujaban a ello.

La Mula y la Rana son amigas vuestras. Y la gente comparte gustosa este tipo de cosas. ¡Hazte con ellas!

3 comentarios:

Anwar El Maatawy dijo...

Una serie estupenda, qué buenos recuerdos me trae XD

Saludos

Anwar El Maatawy dijo...

Por cierto se me ha olvidado decirte que mi blog de Cinemaworld y Comics ha cambiado de dirección (así lo actualizas en tu lista de enlaces):

http://cinemaworldandcomics.blogspot.com/

Saludos de nuevo XD

Miguel Negrillo dijo...

Anwar: Hecho, ya está cambiado.

Es que estoy de vacaciones desde hace unas semanejas y el blog casi, casi se actualiza solo y por inercia... ¡pero me paso por aquí y estoy pendiente! :D

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