Recuerdo que una vez leí un artículo en el que hablaba del impacto de "Capitán Tsubasa" (el nombre que tienen el manga y el anime en Japón, porque Oliver en realidad se llamaba Tsubasa, pero aquí en España se dieron cuenta que infundía poco respeto y le pusieron un nombre más adecuado para ser una estrella del balompié... otro gallo nos hubiera cantado si Naruto, en vez de así, se hubiera llamado José Carlos o algo así, dónde va a parar) en el que se comentaba que, gracias a la serie, los niños nipones dudaban entre el deporte rey del país (el béisbol) y el fútbol a la hora de escoger un ídem. ¡Hasta los dibujos animados creen que es mejro el fútbol que el béisbol! ¿Pero qué emoción tendrá ver a un tío lanzar una pelota para que otro le dé con un palo la lance lejos? ¿No será mejor darle patadas al balón y al resto de jugadores mientras corres por el césped e intentas colar el esférico en una portería? Claro que sí.
Y hablando de "esférico", que no me vengan a mí con las milongas de que las series de los 80/90 no eran educativas. Anda que no aprendimos nosotros de pequeños nombres para referirnos al balón, como el ya comentado "esférico", "esfera", "pelota", "cuero", "bola" y, cuando tiraban Mark Lenders u Oliver Atton, "pepino". El comentarista no decía "pepino", pero la forma que adoptaba el balón era esa, y todos los llamábamos así. Si algo nos ha enseñado esta serie de dibujos animados es que, cuando le pegas bien fuerte a la pelota, si es un tiro especial, éste debe deformarse en el aire o llevar una estela tras de sí (también vale que vaya bien raso y haciendo un surco en la hierba, pero eso sólo lo podían hacer los especialistas). La de veces que habremos anunciado nosotros el "Tiro del Halcón" y hemos colado un balón en la casa de la vecina... no te quiero ni contar. Incluso pasando de los veinte años me sigue pasando a mí.
La cosa se ponía verdaderamente interesante cuando Oliver y su equipo de galácticos-delanteros más Bruce Harper, se enfrentaba al resto de equipos, pues nos damos cuenta de un detalle inquietante: todos los equipos son un jugador bueno y diez más. Lo que pasa es que ese tío tan bueno que corría tanto, regateaba, metía goles, lideraba y vendía camisetas era mejor que el resto de jugadores de su propio equipo y al final acababa en una lucha encarnizada entre Oliver Atton y él. Hasta tal punto era esto así que ambos llegaban a poner en juego su vida y su carrera deportiva por pasar de los octavos de final de la copa ésa que jugaban (que, en su versión de España, podría ser el Torneo de Brunete o algo así). El que más abusó de esto fue Julian Ross, un chico que estaba malo del corazón y que sólo aguantaba media hora de partido (con problemas cardíacos y tenía más juego efectivo que Guti, ¡bien!) y, aún así, le dio por ganarle a Oliver en la eliminatoria. Qué tensión de partido, ahí no sabíamos si sobreviviría Julian, si Oliver se cagaría y se dejaría ganar, si todo lo que hacía el enfermo era para tirarse a la animadora del equipo. La verdad es que eso sí que es verdadero espíritu de lucha y no Kaká cuando va al centro del campo a recoger el balón. Además, el mamón de Julian Ross tenía momentos en los que no se podía ni mover de las taquicardias que le arreaban ¡y se apoyaba en el poste! Ahí, al lado del portero, rombiendo el fuera de juego, pero dirigiendo al equipo quitándole autoridad al entrenador. En la Selección Japonesa al final, acabó jugando de líbero, el parecido razonable con Fernando Hierro es más que evidente.
Debería ser obligatorio que todos los niños, siendo pequeños, vieran "Oliver y Benji". En vez de salir a hacer estupideces en Educación Física, que les pusieran los DVD de la serie de televisión, que iban a aprender a amar el fútbol y el deporte. Partidos que se jugaban en campos de varios kilómetros cuadrados, que además estaban hechos como esos futbolines en los que el centro del campo está más alto y hace rampa hacia las porterías, ya que cuando Oliver o algún otro corría hacia la portería rival, la otra dejaba de verse en el horizonte. No me extraña que, a medida que avanzaba la serie, las piernas de los protagonistas se fueran haciendo más y más largas y finas, porque las tenían híperdesarrolladas debido al gran esfuerzo físico de correr varios kilómetros corriendo esquivando los hachazos de los esbirros del bueno del equipo contrario para llegar a la portería y lanzar un tiro especial (os lo voy a explicar y así lo entendéis mejor, resulta que, cuando regateas, tienes una barra de "especial" o "maná" o "PM" -Puntos Mágicos- que se va llenando de forma que, cuando llegas a la portería rival, puedes haer una magia más o menos poderosa en función de lo que te haya costado llegar a la portería). A veces, el tirascazo se lo paraba el portero o no. Si había que darle dramatismo al asunto, lo detenía un defensa que estaba ahí metido en el área pequeña (que crecía o decrecía según la situación) o rebotaba en alguno de los palos de la portería provocando una segunda jugada o un contraataque letal del equipo contrario. Un partido duraba días y días, pero eso estaba hecho así para que pudieras llegar al cole y comentar con tus amigos qué era lo que iba a pasar a continuación, y dejaban los episodios de relleno con muchos flashbacks, para que comprendieras lo importante que era para cada uno ese partido en concreto.
Dentro de los peor tratados por la vida destacaban los dos segundones de Oliver: Tom Baker y Mark Lenders que, por otro lado, molaban muchísimo más que él, porque no eran tan pedantes. Tom Baker era el típico amigo de todo el mundo al cual se le daba bien cualquier cosa y que trabajaba para que Oliver se luciera y luciese más. Metía muchos goles y su padre era pintor de esos que van pueblo por pubelo y ciudad por ciudad, retratando paisajes y sacándose unas perrillas. Al final, el sueño del padre se hace realidad y Tom es tan buen futbolista que lo retira y no tiene que volver a trabajar. Algo parecido con lo que pasaba con Mark Lenders, que era más chulo que un ocho verde pistacho porque iba con las mangas de la camiseta subidas, siempre buscaba bronca porque era un toro de fuerte y metía más goles que nadie. Lenders tenía un montón de hermanos chiquitajos y se había convertido en la bestia que era gracias a que ayudaba a su madre en la tienda de ultramarinos (un tío honrado, no como el vago de Oliver que no hacía nada más que darle patadas a un balón y cateaba Conocimiento del Medio). Mark Lenders estaba picadísimo con Oliver porque todo el mundo los comparaba y el otro era el protagonista de la serie. Sin embargo, los que sabemos de fútbol estamos convencidos de que el bueno, bueno era Mark Lenders, porque lo que importan son los goles y el resto son milongas.
La serie empezó a desvariar conforme iba avanzando y los chavales se iban haciendo mayores. A Oliver lo fichó el segundo equipo de España y Benji Price le quitó la fama de mejor portero de la Bundesliga a Khan. Sin embargo, nunca dejó de tener ese trasfondo épico que los japos le dan al fútbol. ¡Si no la has visto, eres un infiel y debes hacerlo! ¡Ya!
2 comentarios:
Me he levantado con ganas de comentar.
Me acuerdo yo de esos partidos que nunca acababan, cuando corrian con el balon de kilometro en kilometro, con esos flashbacks que duraban dias. LOL
"pues nos damos cuenta de un detalle inquietante: todos los equipos son un jugador bueno y diez más"
Genial esa frase, y muy bueno el artículo! lo he pasado bien recordando momentos...
Por cierto, he estado viendo las series de dibujos q recomiendas y las conozco todas! XDDDD. Creo que debemos tener más o menos la misma edad.
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