23 de agosto de 2009

Las 20 series de dibujos animados que deberías ver si eres lector de Cabronos Extraños [XII]: Los Autos Locos

Estaba claro que íbamos a incluir esta serie en nuestra selección. ¡Qué me hubiera gustado a mí haber podido participar en las carreras de Los Autos Locos a lo largo y ancho de Estados Unidos! ¡Hasta el juego de la PS2 molaba un montón!



Esta serie es de finales de la década de los sesenta, justo dejó de emitirse en el mítico año 1969, y consistía en una carrera por distintas zonas características de Estados Unidos en la que participaban once coches conducidos por un montón de chalados que se habían procurado unos bólidos completamente a juego con su personalidad y habilidades. Una serie típica de Hannah-Barbera y, como casi todas las que hacían esta gente, alcanzaba la cota la más genialidad absoluta.

Me encantaba cómo empezaba la serie con ese opening en el que el narrador (un señor que siempre se sorprendía de todo lo que ocurría, incluso en las últimas carreras, a pesar de que ya había visto más de treinta veces a los "malosos" el intentar torpedear al resto de los participantes fracasando una y otra vez) que, por cierto, le da mil vueltas al calvo de Telahinco La Sexta, ya podría aprender el Krilín a narrar carreras igual que el narrador de Los Autos Locos. Por lo menos, nos íbamos a reír más cuando se piñara Raikkonen o se les olvidara a los de Renault ponerle una tuerca a Alonso cuando le cambiaran los neumáticos. Además, el narrador se marcaba, en algo más de un minuto, la presentación de cada uno de los participantes, con el nombre del coche que llevaban y el piloto que está al volante. ¡Y nos enteramos! No como en la Fórmula 1, que pasan la parrilla a toda pastilla y no te enteras de quién está al lado del tonto de Hamilton.

Las carreras se desarrollaban a toda velocidad. Tanto era así, que en un capítulo daba tiempo para meter dos de ellas. ¿Quién dijo capítulos de relleno? Aquí va todo a capón, una carrera detrás en un no-parar. Siempre empezaban de la misma forma, con el narrador presentándonos a los que iban en cabeza y al resto de los perseguidores a la vez que nos mostraba en qué parte de la geografía norteamericana se encontraban los susodichos participantes. Luego, la atención pasaba a Pierre Nodoyuna y a su aliado canino, Patán, que siempre estaban tramando alguna fechoría para hacer trampas y ganar la carrera. ¿Qué puedes esperar de un francés que conduce un Ferrari? Es que no está hecha la miel para la boca del asno, amigos extraños. El caso es que, el tipo tenía un complejo de Coyote que no se lo merecía de lo grande que era y acababa siempre escaldado cayendo en sus propias trampas para el regocijo de los espectadores y, sobre todo, del narrador, completamente parcial en contra del maloso. ¡Esto sí que es emoción!


El grupo más osado de pilotos estaba compuesto por:

El Auto Tempestuoso. Con el dorsal número CR9 era conducido por Pedro Bello, que era el guaperas de la serie cumpliendo con todos los estereotipos de galán que aún hoy en día se mantienen. Pedro Bello siempre estaba dispuesto a echarle una mano a cualquier señorita que se encontrara y encontrase en apuros, así que siempre lo engañaba Penélope Glamour, la chica del coche rosa que comentaremos más adelante. También, era el único de todos los pilotos que conducía ataviado con una ropa que se asemejaba a lo que usaban los conductores viejunos del año la pera. El Auto Tempestuoso (algunas veces llamado "El Superheterodino") era un pedazo de coche estrecho y alargado con dos cacho ruedas al final evocando descaradamente una forma fálica. "Dime de qué presumes, Pedro Bello y te diré de qué careces".

El Troncoswagen. Conducido por Brutus y Listus con el número 10. El Troncoswagen es un coche que, en vez de chapa, está hecho de madera, y que no lleva neumáticos Bridgestone como Fernando Alonso y compañía, sino que lleva unas sierras de estas circulares que afilan antes de cada carrera y que, por lo menos, deben ser de adamántium, porque hay que ver cómo cortan las dichosas sierras. Brutus es un leñador de estos que tienen un gorrillo para el frío del invierno, una camisa color mantel y unas espaldas tan anchas casi como el coche, y va a compañado de Listus, el castor, que siempre está con el mono (no es que vayan tres en el coche, sino que antaño, Listus era adicto a los porros) y no hace más que roer un palo (¿cuántos robles roería un roedor si los roedores royeran robles?). Como nota aclarativa, sí, el hacha que lleva Brutus a su lado es un "hacha de cortar leña +3".

El Súper Chatarra Special. Esto es, un tanque de dos pisos conducido por un soldadito de a pie y dirigido por un sargento gritón. Llevaban el número 6 y tenían el mayor armamento de toda la parrilla. Lo de unir el castellano con el inglés para el nombre era una cosa típica de las series de antaño que servía para resaltar que estábamos ante un verdadero ingenio tecnológico solamente viable gracias a la imaginación de los dibujantes de series de televisión. Si os fijáis, el Súper Chatarra Special en realidad es un tanque pegado a un coche normal y corriente al que le han cambiado las ruedas de delante por un rodillo de un gomero. Esto no se le ocurre a cualquiera y, seguramente, fuera una de los nuevos carros de combate que se estaban pensando utilizar los militares yankis en una de sus intervenciones en cualquier país asiático.

La Antigualla Blindada. Con el número 7, estaba guiada por Mafio y sus pandilleros, siete (¿coincidencia? no lo creo) tipos duros gángsters que no pasaban del medio metro pero que iban vestidos bien elegantes con sus trajes, sus corbatas y sus sombreretes. Esta gente tenía estilo, porque llevaban un cochazo con un pedazo de maletero que ahí te cabe de todo y te puedes ir de viaje adonde quieras. Los siete mafiosillos iban todos apegotonados en la parte de delante aunque tenían sitio para sentarse todos detrás con los cinturones de seguridad, pero en esa época no había carné por puntos, así que se la soplaba todo. Además, no instalaron un nitro en el coche, porque eso del tunning en los coches clásicos es una agresión al buen gusto de los automóviles, así que se fijaron en lo que hacía Pedro Picapiedra y le copiaron la técnica. Mafio y compañía utilizaban la Potencia de Fuga, en la que sacaban sus piernecillas por debajo del coche y se ponían a correr como locos ganando una velocidad endiablada.

Velocidad impresionante que alcanza el 7 gracias a su Potencia de Fuga.

El Auto Convertible. Ideado por el súper "serebro" del Profesor Locovitch. Lleva el dorsal 3 y el piloto es familia de Escofil. El Profesor Locovitch es un científico loco de estos que son capaces de inventar cualquier cosa que se os pueda ocurrir, de tal forma que su coche se transforma en un vehículo (o versión de éste) que a él le venga bien para avanzar puestos en la clasificación. Por eso, el aspecto inicial es engañoso: un barco con ruedas que puede volar. Pero no os engañéis, porque en el salpicadero tiene un montón de palancas y botones que son capaces de convertir su coche en un cohete si hace falta. A éste le prestaban poca atención en la serie, pero siempre solía aparecer cuando había que pasar por un precipicio o un acantilado y había que poner algún puente o algo así.

El Compact Pussycat. Está conducido por la pejiguera y hermosa Penélope Glamour y lleva, como no podía ser de otra forma, el 5 ("por el culo te la hinco", que le decía siempre Pedro Bello). Era el personaje femenino de la serie y llevaba un coche acorde con la personalidad de la chica, la cual, al ser rubia, no parecía muy inteligente a simple vista pero que, rápidamente, nos damos cuenta de que siempre está con la zarpa dispuesta a engañar al resto de corredores (sobre todo a Pedro Bello, que siempre estaba buscando sacar tajada de las veces que la salvaba) para que la ayudaran de los embrollos en los que la metía Pierre Nodoyuna. El Compact Pussycat estaba equipado con una sombrilla para que no le diera el sol a la muchacha y un ordenador de abordo que cambiaba sus opciones en función de lo que deseara arreglarse la chica. Si quería lavarse el pelo, aparecía seleccionable el champú Garnier, y si quería pintarse los labios, pues un pintalabios bien rojo para cuando tuviera que engatusar a los tíos que corrían por su lado.

El Rocomóvil. Con el número 1, está pilotado por los Hermanos Macana, Piedro y Roco, que deben de ser, por lo menos, sobrinos del Capitán Cavernícola, porque estos cavernícolas tenían tanto pelo que no se les veía nada más que las napias. El Rocomóvil era una piedra grande que habían cogido estos dos hombres prehistóricos y peludos y le habían apretado con las mazas hasta convertirlo en un habitáculo con ruedas con el que se podían impulsar a través de las carreteras. Además, habían metido un bicho en el interior para darle más velocidad al coche, con lo que, en vez de llevarlo al mecánico cuando se estropeara el coche, llevaban el motor al veterinario-cavernícola y ellos se buscaban otro pedrusco y lo transformaban en el Rocomóvil. No sé la de coches que usaron estos tipos a lo largo de la serie, pero eran mis preferidos sin ni una duda.


El Espantomóvil de Los Tenebrosos. Llevaban el número 2 y era una especie de coche fúnebre/casa del terror conducida por un aspirante a monstruo de Frankenstein y un vampirejo pequeñito (que, segurísimo, era de Almería). En la parte de arriba de la casa tenían de todo lo que os podáis imaginar y que sea típico de las películas de miedo de los cincuenta y sesenta, desde murciélagos, muertos vivientes o más vampiros hasta un dragón. De hecho, el dragón era el recurso más utilizado por Los Tenebrosos, que siempre andaban pidiéndole ayuda, ya que era uno de los dragones que sí que pueden echar fuego por la boca (y chamuscar a los rivales) y que tenía tanta fuerza como para levantar el coche entero y adelantar a la gente. Igual que La Antigualla Blindada, tampoco Los Tenebrosos habían jugado al Need For Speed ni visto A Todo Gas, así que carecían de nitro, pero el dragón tenía 1000 Llamaradas de Fuerza y eso era una aceleración que no veas tú. El sistema de refrigeración molaba un montón, porque siempre tenían una nube borrascosa sobre ellos que descargaba agua o rayos según se daba el caso.

El Stuka Rakuda. Pilotado por el Barón Hans Fritz con el 4 bien visible en el timón de atrás. Evidentemente, pilotado por quien iba, el Stuka Rakuda era una especie de avión de la I Guerra Mundial (rojo, igual que el del Barón Rojo... ¡Larga Vida al Volumen Brutal!) con su ametralladora y todo en la parte de delante lista para que el Barón Hans Fritz la usara contra sus adversarios. Sin embargo, había un inconveniente importante y es que el tío que le reformó el avión para que lo pudiera usar de bólido y correr en las carreras, no lo hizo demasiado bien y se le caía a trozos o no podía remontar el vuelo demasiado bien, así que iba botando casi todo el tiempo. Aún así, el Barón Hans Fritz era un tipo duro al que se la soplaba el resto y casi siempre pasaba olímpicamente de los obstáculos de Pierre Nodoyuna haciendo alguna maniobra aérea como él bien sabía. Un noble.

El Alambique Veloz. Desde Arkansas, con el número 8, venían Lucas y el Oso Miedoso, un gañán y un oso cobardica. Lucas es el típico gañán de serie americana que tiene una granja y que es tan perro que conduce con los pies para ir repanchingado en la mecedora que tiene por asiento, además, el tipo va medio amodorrado o, directamente, dormido, así que muchas veces es el Oso Miedoso quien tiene que avisar de que se la van a pegar a base de bien. Es que el Alambique Veloz no es más que una plataforma de madera agarrada a un motor de coche, con una mecedora encima y una pedazo de estufa grandísima detrás para impulsarse más. La estufa es de carbón, y todos sabemos que eso contamina un montón, no me extraña que les haya caído alguna penalización cuando fueran y fuesen a pasar la ITV del coche.

El Súper Ferrari. "Conducido por ese par de malosos, Pierre Nodoyuna y su diabólico perro, Patán" llevaba el 00 como número. A pesar de que iban montados en un Ferrari no ganaban ni una sola carrera los dos almendrones, porque están más pendientes de hacer trampas y marrullerías que de intentar pasar por velocidad al resto de los competidores. De Pierre Nodoyuna destaca la absoluta inutilidad que le caracteriza, haciendo de él uno de los villanos más tontos de la historia de los dibujos animados, pero eso hacía que molara y molase más. Patán siempre estaba riéndose porque le gustaban los estupefacientes, algo muy típico eso de que los franceses les den cosas raras a los animales, ¿qué se puede esperar de alguien que no sabe pronunciar correctamente la letra 'r'? Abandonaron la escudería italiana justo cuando llegaron Michael Schumacher y Jean Todt, porque no le eran rentables a la marca.

La serie es cortica y vuestros amigos la rana y la mula os lo pueden conseguir fácilmente. No dejéis pasar la oportunidad y echadle un vistazo sin o lo habéis hecho ya. ¡Mola un montón! ¡Y es mejor que una carrera de Fórmula 1!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pero que grandes que sois, madre mia, jajajaja

larga vida a cabronos extraños!!!!

Miguel Negrillo dijo...

¡Larga vida!

¡¡Y muchísimas gracias!!

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