El otro día estuve metiendo libros en cajas. Quité de la estantería los que ya tenía leído para colocar los pendientes. De repente, cayó en mi manos el primer libro de la Trilogía de Aquasilva: Herejía.
La nombrada trilogía de libros de fantasía es una de las típicas colecciones que hacemos los que estamos en el Círculo de Lectores para evitarnos la obligación de escoger libros cada vez que llega la revista. La verdad es que intenté informarme por Internet acerca de las críticas sobre la obra en general y el primer libro en particular. Si bien en la editorial lo ponían por las nubes al chaval que lo escribió (Anselm Audrey) como un nuevo Tolkien, no encontré ninguna crítica desastrosa, por lo que me compré el primero y dejé apuntados los otros dos por si acaso me gustaba.
Cuando terminé Herejía, con ese final tan abierto, pedí el segundo, y un par de meses más tarde el tercero. Sin embargo, el tercero llegó y aún no había tenido tiempo de meterle mano a Inquisición, la segunda parte. Los leí los dos juntos.
Las similitudes con la historia alrededor del Mar Mediterráneo son más que evidentes (incluso demasiado): la Edad Antigua (Egipto, Roma, Grecia) y Edad Media (y sobre todo en las penínsulas Ibérica e Itálica). Y con otras sagas de fantasía como Harry Potter. De hecho, Herejía bebía directamente de la obra de J.K. Rowling, y no acabé muy disgustado con este primer libro. Es cierto que no mataba, pero el entretenimiento lo tenías asegurado.
Luego vinieron Inquisición (el segundo) y Cruzada (el último). El segundo muchísimo más malo que el tercero. Una lectura insoportable, pesada, aburridia, repetitiva, previsible. La historia no avanzaba nada en absoluto, ahí estaban en Qalathar y de ahí no salían. Los capítulos se sucedían uno tras otro sin que hubiera nada relevante, la recuperación de un personaje de los inicios de la trilogía es la mejor idea que el escritor pudo tener, pero todo discurría a trompicones. Llegué a odiar al protagonista (Cathan), incluso a identificarme con sus muchos enemigos.
Y ahí estaban los tres libros ya en mis manos, con la caja a medio cerrar... Recordé las sensaciones que tuve a la hora de leerlos cada uno de los tres. No lo dudé, saqué algunos de los que estaban encima, y metí bien abajo la dichosa trilogía. Bueno, tal vez no me desquite jamás de esa bacalá infame, pero por lo menos no me lo recordarán cada vez que abra esa caja.
2 comentarios:
Sensación parecida tengo yo cada vez que los veo en la estantería...
Bienvenido al club ;)
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